Manejar un vehículo es una gran responsabilidad. El más mínimo descuido puede provocar un accidente que resulten afectados todos los involucrados.
Y es que los daños materiales pasan a un segundo plano cuando de la vida se trata.
Desde el momento en que tomas el volante, debes pensar en las normas de seguridad para conducir a plenitud. Esto incluye entender cómo las emociones impactan tu forma de manejar, reflexionar sobre lo que sientes y cómo lo exteriorizas. ¿Estás contento, tranquilo, asustado, nervioso, con rabia?
Si eres una persona consciente , sabrás cuándo es bueno no conducir —por la influencia negativa de las emociones— o, por el contrario, si estás en buenas condiciones para ello.
¿Por qué la conducción es una actividad emocional?
Cuando comienzas a conducir no puedes pensar únicamente si tienes abrochado o no el cinturón de seguridad. Lo que sientes determina tu forma de actuar, por eso, si estás disgustado, seguramente manejarás de manera temeraria, no prestarás mucha atención a los detalles alrededor y tanto tú como los demás estarán muy expuestos a distintos peligros.
Pensemos lo siguiente: cuando estás triste no puedes evitar responderle a alguien de forma grosera o, sencillamente, eres incapaz de pensar con claridad. Lo mismo pasa con las otras emociones: determinan tu actuar, tu sentido de reacción y tu atención en la vía.
Si estás malhumorado, deprimido, decepcionado o en shock, no puedes conducir. No sería una decisión que concuerde con los principios de la movilidad responsable. Como ves, manejar un vehículo es una actividad 100 % emocional.
¿Qué tipo de emociones impactan en la forma de conducir?
Las emociones se manifiestan o influyen en varios elementos que definen la manera cómo conduces:
Lleva cada elemento a tu cotidianidad y analízalo: ¿evalúas tu estado de ánimo antes de manejar? ¿Cómo reaccionas a los tapones o a una imprudencia de otro chofer en la vía? Responder estas preguntas con honestidad es una forma de tomar mejores decisiones y mejorar tu estado emocional.